Es curioso, o como diría mi hija, peculiar, cómo los hechos se viven diferente desde cada mirada y sentir. Esto es algo que al pasar los años se va aprendiendo y entendiendo, ya que jóvenes solemos pensar, o simplemente asumir, que las circunstancias se perciben de la misma manera por todos quienes las presencian.

Hace unos días Juan se fue de viaje y su pareja Eugenia, se quedó en su casa, porque tenía que trabajar. Las hermanas de Juan, María y Regina tuvieron la intención de acompañar a la cuñada y organizaron reunirse para comer. Sugirieron hacerlo en casa de Juan y la anfitriona estuvo de acuerdo.

Durante la comida hubo un comentario de la cuñada sobre objetos guardados en el ático, que hizo que María recordara que Juan tenía algunos discos que le pertenecían. Al calor de la plática mencionó la intención de llevarse sus discos, ante lo que Regina y la cuñada se preocuparon, la primera porque consideró que no era la mejor forma de recuperarlos, aunque en realidad esos discos no eran de Juan, y la cuñada porque temía la reacción de su pareja. Se lo hicieron saber a María quien, aunque en principio deseaba rescatar sus bienes, decidió actuar de otra manera mencionándole a la cuñada que ella se lo comentaría después a su hermano. La cuñada dijo que le diría a Juan que regresara lo que no le pertenecía y María le pidió que mejor no le dijera, que prefería hablar con Juan directamente cuando regresara de su viaje.

Esos fueron los hechos. Lo que sucedió después generó el enojo, el distanciamiento y la ruptura de relaciones entre los hermanos. La versión que llegó al hermano fue que sus hermanas, aprovechando que no estaba, idearon un plan para ir a su casa a recuperar sus pertenencias.

Además de la diferencia de percepciones ante un mismo hecho, está la diferencia de intención con que se mira, siente e incluso comunica lo sucedido. A partir de lo que vivimos percibimos desde los sentidos, sentimos desde la capacidad de apreciar y ser humanos, interpretamos desde la subjetividad que nos hace diferentes, damos intención desde nuestros valores, y a veces desde nuestras carencias, y hacemos versiones desde la posibilidad de ejercer nuestra libertad.

Se podría entender que la cuñada comentara a Juan lo sucedido porque se sentía responsable al estar en su casa, aun cuando se le había pedido que mejor no lo mencionara para no generar molestia. Sin embargo, lo que resultó más peligroso no fue ni su percepción ni su sentir e incluso su interpretación, lo que hizo daño fue la intención con que lo dijo, sabiendo de antemano, porque lo conoce, que Juan reaccionaría con rabia y resentimiento. ¿Qué caso tenía hacerle pasar un mal rato si, a fin de cuentas, María no se había llevado sus discos?

Ella ejerció su libertad, creó su versión e hizo daño. Intenciones dan versiones, versiones generan reacciones. Así se hacen los conflictos. Cada cual tiene el poder de aportar para no provocarlos, las palabras deberían pensarse justo antes de dejarlas salir de la boca. Para ello hacía falta consciencia, comprensión, buenas intenciones y mucho amor por el prójimo.

Jatzibe Castro

 

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